El pasado curso escolar fue sin duda uno de los más complejos y duros para toda la comunidad educativa, el alumnado y sus familias. En el caso de los profesionales de los centros de enseñanza y atención a discapacidad, a la continua incertidumbre, hubo que sumar los innumerables retos que supuso continuar con nuestra actividad habitual en un contexto de crisis sanitaria sin precedentes.
Debido a las medidas sanitarias para la contención de la pandemia fue necesario adaptar nuestra manera de enseñar, atender y acompañar a nuestros alumnos y usuarios y tuvimos que construir aulas y habilitar espacios donde nunca antes los hubo. Nos acostumbramos a estrictos protocolos de higiene y desinfección continua, nos vacunamos contra lo invisible y desconocido y algunos, en el peor de los casos, tuvimos que hacer frente a situaciones de desempleo y ERTE. Y todo esto lo hicimos, pese a haber cambiado las sonrisas por las mascarillas, gracias a nuestra profesionalidad, vocación y compromiso inquebrantables.