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"INNOVACIÓN DOCENTE Y TRANSFORMACIÓN EDUCATIVA", TEMA DE LA ÚLTIMA CITA DE ESTE CURSO DE LOS "DIÁLOGOS DE EDUCACIÓN" DE COFAPA

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Ismael Palacín, director de la Fundación Bofill, hablando de “Innovación docente y transformación educativa”,  fue el invitado que cerró este martes 7 de junio el ciclo de “Diálogos de Educación” de este curso, organizados por COFAPA, y tuvo el honor de ser el protagonista del “25 Diálogo”, todo un hito desde que arrancara este foro en 2009.

Palacín centró su intervención en desgranar los que él considera los obstáculos que la educación se encuentra en nuestros días en cuestiones de innovación, y cuáles serían los pilares en los que apoyar su implantación en nuestro sistema educativo. 

Sin duda, la innovación es un gran reto, entendiendo que estamos dando pasos en la sociedad del conocimiento, en la que las competencias son la verdadera moneda del siglo XXI, y en la que se prevé que solo aquellos estados en los que una gran mayoría de sus estudiantes, cerca del 90%, haya completado una educación postobligatoria de calidad serán competitivos. Y ante esta realidad la inversión en educación es fundamental.

Es necesario reconocer que en nuestro país hay que cambiar cómo transmitimos el conocimiento, entendiendo que las aspiraciones de las familias han crecido en estos años, y todas ellas quieren que sus hijos estudien cada vez más y con mayor calidad, lo que pone en entredicho la manera en la que hasta ahora se imparte ese conocimiento en las aulas. Ya no vale ir a la escuela para aprender teoría, sino que se imponen nuevas formas de aprender competencias. Además, hay que comprender que la escuela ya no tiene el monopolio de la autoridad, de la educación en general o de los títulos como reconocimiento de lo aprendido. Este monopolio se cuestiona, y la innovación debe convertirse, llegados a este punto, en una herramienta que sirva para volver a dotar a la escuela de esa autoridad y de ese reconocimiento perdidos.

Es necesario, para poder avanzar en este terreno de la innovación, entender que la diversidad que antes era la excepción dentro de la escuela, hoy es la norma, y que el aprendizaje multinivel debe ser lo habitual, dado que es claro que de la diversidad se saca el máximo aprovechamiento. No se puede obviar que nos encontramos en un mundo globalizado, en que la comparación con el entorno nos debe servir para darnos cuenta de nuestras carencias y nos debe permitir abrir un diálogo abierto para subsanarlas, teniendo también en cuenta que en la educación los padres cada vez tienen un rol más activo, y que el modelo económico actual ha cambiado y nos enfrentamos a un mundo diferente, tendente a valorar perfiles dotados de competencias que no se basen únicamente en el aprendizaje cognitivo de rutinas, sino dirigidas a la autogestión y el emprendimiento.

Como obstáculos principales de la innovación educativa podemos encontrar, según apunta Palacín, la dinámica basada en la creencia o tradición de la práctica en la escuela; el desprestigio del profesor dentro del sector, que se enfrenta a temarios interminables y carece de autonomía dentro de los centros para poder innovar y tomar decisiones sobre cómo enseñar o qué enseñar; el protagonismo excesivo de los distintos actores que intervienen en la toma de decisiones que afectan, como la administración o los propios centros; así como las fórmulas para medir resultados, centrándonos en las pruebas de competencias básicas, olvidando otras demandadas en la sociedad de nuestros días.

A esto hay que sumar que, aunque se sabe lo que funciona en educación, existe un importante abismo a salvar con respecto a lo que se pone en práctica en las aulas, y el principal reto a asumir será desmitificar la innovación como algo novedoso y lograr que aquello que está probado y tiene éxito se convierta en lo habitual, no sólo en una escuela en particular, sino en la mayoría de centros en general. Es hora de convertir lo concreto en un nuevo estándar educativo, sabedores de que partimos de un entorno reacio a la innovación y pensar en que no importa tanto lo que el maestro enseña, sino lo que el alumno aprende, enfocando el esfuerzo en las competencias de calidad que éste pueda adquirir para distinguirle en un nuevo tipo de mercado laboral que demanda de él otras habilidades.

Para ello debemos conocer las que Palacín señala como competencias de este siglo: pensamiento crítico, cooperación, comunicación, ciudadanía, educación del carácter y creatividad. Apostando por desarrollarlas con retos compartidos en que se deje a un lado el relativismo, tan implantado en nuestro sistema, y se focalice en aquellas metodologías que están probadas y que funcionan y que bien podrían abarcar siete principios del aprendizaje testados como:

-El alumnado debe convertirse en el verdadero centro de la escuela, atendiendo a lo que aprende, no a lo que se le enseña.

-El aprendizaje es de naturaleza social, se aprende mejor cooperando con otros.

-Las emociones son parte integral del aprendizaje.

-El aprendizaje debe tener en cuenta las diferencias individuales, adaptándonos a esas diferencias.

-El esfuerzo de los alumnos es clave para aprender, dedicando parte del empeño del profesor a fomentar el esfuerzo sostenido.

-La evaluación continuada favorece el aprendizaje, por lo que es bueno el desarrollo de nuevos modos de evaluación, basados en proyectos o responsabilidades.

-Aprender es conocer y es bueno crear conexiones horizontales entre materias, lejos de las parcelas.

Por todo ello, Palacín ofrece algunas de sus propuestas para impulsar la innovación, que van desde la “poda radical” de los currículums en las leyes educativas, otorgar mayor nivel de autonomía a centros y maestros o modificar la formación de los profesionales, sobre todo en la práctica, ya que considera que los tres primeros años en los que un maestro ejerce son clave para forjar su modo de actuar en el aula. 

A esto se une la necesidad de trasladar el conocimiento científico a las prácticas educativas, aprovechar las nuevas tecnologías como cauce para materializar la innovación, y descargar al maestro de otras actividades que impidan que se focalice en diseñar su proyecto, ser un verdadero tutor o implicarse en el aprendizaje del alumno.

Y ante lo que parece lejano, el director de la Fundación Bofill se muestra optimista y cree que es posible que en menos de lo que se piensa la innovación sea una realidad en nuestro sistema educativo, siempre cultivando la ahora carente red de núcleos capaces de innovar en su ámbito (maestros, padres, escuelas…) y su capacidad de transferencia la innovación, haciendo llegar la realidad de los centros innovadores a otros que están deseosos de ser partícipes de esa innovación y compartirla. La transferencia a escala es lo que funciona, y es posible si trabajamos en las competencias de liderazgo y en la desmitificación de la innovación, haciendo que sea algo real y posible.